"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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05-04-2016 |
EE.UU: El secreto del éxito de Donald Trump
George Lakoff
Donald Trump va ganando las primarias presidenciales a un ritmo tal que parece probable que se convierta en el próximo candidato designado por los republicanos y acaso en el próximo presidente. Los demócratas escasamente llegan a comprender por qué va ganando, y ganando cómodamente, e hay incluso muchos republicanos que no pueden verle como republicano y tratan de pararle, pero no saben cómo. Hay diversas teorías: la gente está furiosa y él habla dirigiéndose a su ira. La gente no tiene al Congreso en gran concepto y quiere a alguien que no sea político. Ambas cosas pueden ser verdad. Pero ¿por qué? ¿Cuáles son los detalles? Y ¿por qué Trump?
Mucha gente está desconcertada. Parece como si hubiera salido de ninguna parte. Sus posiciones sobre distintos temas no parecen ajustarse a un molde común.
Le gusta la planificación familiar, la Seguridad Social y Medicare, algo que no son posturas republicanas convencionales. Los republicanos odian las expropiaciones (que el gobierno se quede con la propiedad privada) y les encanta el acuerdo comercial [transpacífico] del TTP (Trans-Pacific Partnership), pero él mantiene un punto de vista contrario en ambos casos. No es religioso y desprecia las prácticas religiosas, pero a los evangelistas (es decir, a los evangelistas blancos) les encanta. Cree que los seguros de salud y las empresas farmacéuticas, así como los contratistas militares, están teniendo unos beneficios excesivos y eso quiere cambiarlo. Insulta a sectores de votantes importantes, por ejemplo, los latinos, cuando la mayoría de los republicanos trata de cortejarlos. Quiere deportar a once millones de inmigrantes sin papeles y cree que puede conseguirlo. Quiere impedir la entrada de musulmanes en el país. ¿Qué está pasando?
La respuesta exige decir algo acerca del trasfondo que hasta la fecha no se ha debatido en los medios.
Un poco de trasfondo…
Yo trabajo en ciencias cognitivas y del cerebro. En la década de 1990, me propuse responder a una pregunta dentro de mi campo: ¿Cómo se conjugan las diversas posiciones de conservadores y progresistas? Tomemos el caso del conservadurismo: ¿Qué tiene que ver estar contra el aborto con poseer armas? ¿Qué tiene que ver poseer armas con negar la realidad del calentamiento global? ¿Cómo encaja estar contra el intervencionismo gubernamental con querer unas fuerzas armadas más poderosas? ¿Cómo se puede ser antiabortista y partidario de la pena de muerte? Los progresistas tienen puntos de vista opuestos. ¿Cómo se conjugan ambas opiniones?
La respuesta la proporcionaba darse cuenta de que tendemos a comprender el país metafóricamente en términos familiares. Tenemos Padres Fundadores. Enviamos a nuestros hijos e hijas a la guerra. Disponemos de seguridad interna doméstica (homeland security). Las opiniones conservadoras y progresistas que dividen nuestro país se pueden entender de manera inmediatísima en términos de formas de ver la vida que se resumen en dos modos muy diferentes de vida familiar: la familia del Padre Nutricio (progresista) y la familia del Padre Estricto (conservador).
¿Qué tienen que ver las cuestiones sociales y la política con la familia? Se nos gobierna primeramente en nuestras familias, y crecemos comprendiendo las instituciones de gobierno en términos de sistemas de gobierno familiares.
En la familia del padre estricto, el padre es el que más sabe. Sabe distinguir el bien del mal y goza de la autoridad última para asegurarse de que sus hijos y su cónyuge hacen lo que él dice, que se supone que es lo correcto. Muchos cónyuges conservadores aceptan esta forma de ver la vida, mantienen la autoridad paterna, y son estrictos en ese terreno de la vida familiar que tienen a su cargo. Cuando son desobedientes sus hijos, su deber moral consiste en castigarlos de modo que les duela lo bastante como para que, con el fin de evitar el castigo, le obedezcan (hagan lo correcto) y no sólo lo que les gusta hacer. Se supone que mediante la disciplina física se volverán disciplinados, fuertes en su interior, y capaces de prosperar en el mundo exterior. ¿Y qué pasa si no prosperan? Eso significa que no son disciplinados y, por lo tanto, que no pueden ser morales y así pues se merecen su pobreza. Este razonamiento aparece en la política conservadora en la que los pobres son considerados unos vagos indignos de nada y los ricos son merecedores de su riqueza. La responsabilidad se entiende, pues, como responsabilidad personal, no social. En que te conviertas depende sólo de ti, la sociedad nada tiene que ver en ello. Eres responsable de ti mismo, no de los demás, que son responsables de sí mismos.
Vencer e insultar
Como dijo el legendario entrenador de los Green Bay Packers, Vince Lombardi, “Ganar no lo es todo, es lo único”. En un mundo gobernado por la responsabilidad y la disciplina personales, los que ganan es que merecen ganar. ¿Por qué insulta públicamente Donald Trump a otros candidatos y dirigentes políticos de forma despiadada? Muy sencillo, porque sabe que puede ganar en el escenario de un concurso televisivo de insultos. A los ojos de los conservadores estrictos, eso le convierte en un formidable candidato ganador que merece ser un candidato ganador. La competición electoral se considera una batalla. Los insultos que quedan se ven como victorias, victorias merecidas.
Consideremos la declaración de Trump según la cual John McCain no es un héroe de guerra. Razonamiento: a McCain le derribaron [con su avión de combate sobre Vietnam del Norte]. Héroes son los que ganan. Derrotan a los grandullones malos y a ellos no les derriban. La gente a la que derriban, dan palizas y meten en una jaula [como le sucedió a McCain durante su cautiverio en Vietnam] son perdedores, no ganadores.
La jerarquía moral
La lógica del padre estricto se extiende hasta más allá. La idea básica es que la autoridad se justifica por la moralidad (la versión del padre estricto) y que en un mundo bien ordenado, tendría que haber (y tradicionalmente ha habido ) una jerarquía moral en la que quienes han dominado tradicionalmente deberían dominar. La jerarquía funciona así: Dios por encima del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, los Disciplinados (Fuertes) por encima de los Indisciplinados (Débiles), los Ricos por encima de los Pobres, los Patronos por encima de los Empleados, los Adultos por encima de los Niños, la cultura occidental por encima de otras culturas, Nuestro País por encima de otros países.
La jerarquía se extiende a: los hombres por encima de las mujeres, los blancos por encima de los no blancos, los cristianos por encima de los no cristianos, los homosexuales por encima de los gays.
Estas tendencias las vemos en la mayoría de los candidatos republicanos a la presidencia, al igual que en Trump, y, en conjunto, se derivan de la visión del mundo del padre estricto y de esta jerarquía.
La visión moral del mundo basada en la familia está muy asentada. Puesto que la gente quiere ver que hace lo correcto y no lo equivocado, la visión moral del mundo tiende a formar parte de la autodefinición, de quién eres en el sentido más profundo. Y de ese modo tu visión moral del mundo define lo que tendría que ser el mundo. Cuando las cosas no son de ese modo, uno puede acabar frustrado y furioso.
Hay un cierto espacio de maniobra en la forma de ver la vida del padre estricto y existen importantes variaciones. Una división de importancia es la que se registra entre (1) cristianos evangelistas blancos, (2) conservadores de “laissez-faire” del libre mercado, y (3) conservadores pragmáticos que no se ciñen a creencias evangelistas.
Evangelistas blancos
Esos blancos que tienen una visión del mundo personal de un padre estricto y que son religiosos tienden hacia el Cristianismo Evangelista, puesto que Dios, en el Cristianismo Evangelista, es el Padre Estricto Definitivo: cumple Sus mandamientos e irás al cielo; infringe Sus mandamientos y arderás en el infierno para toda la eternidad. Si eres un pecador y quieres ir al cielo, puedes ‘nacer de nuevo” declarando tu fidelidad al escoger a Su hijo, Jesucristo, como Salvador personal.
Esa versión de la religión resulta natural para quienes mantienen una moralidad de padre estricto. Los cristianos evangelistas se suman a la iglesia porque son conservadores; no son conservadores porque resulte que están en una iglesia evangelista, aunque puedan crecer con ambas cosas a la vez.
El cristianismo evangelista se centra en la vida familiar. De aquí que haya organizaciones como Focus on the Family y constantes referencias e a los “valores familiares” que se entiende han de ser valores evangelistas de padre estricto. En la moralidad del padre estricto, es el padre estricto el que controla la sexualidad y la reproducción. Allí donde la iglesia tiene control político, hay leyes que requieren notificaciones de los padres o cónyuges en caso de proponerse abortar.
Los evangelistas están muy bien organizados políticamente y ejercen control sobre muchísimas de las contiendas políticas. Por tanto, los candidatos tienen en su mayoría que alinearse con los evangelistas si quieren ser designados y vencer en las elecciones locales.
Conservadores pragmáticos
Los conservadores pragmáticos, por otro lado, pueden no tener orientación religiosa en absoluto. Por el contrario, puede que se preocupen primordialmente de su propia autoridad personal, no de la autoridad de la iglesia o de Cristo, o de Dios. Quieren ser padres estrictos en su propio terreno, con autoridad primordialmente en lo que respecta a su propia vida. Así pues, puede ser que un conservador joven, soltero — hombre o mujer — quiera mantener relaciones sexuales sin tener que preocuparse por el matrimonio. Puede que necesite anticonceptivos, asesoramiento en materia de enfermedades de transmisión sexual, información sobre el cáncer de cuello del útero y así sucesivamente. Y si una chica o una mujer se quedan embarazadas y no hay posibilidad o deseo de matrimonio, puede hacerse necesario un aborto.
Trump es un conservador pragmático por excelencia. Y sabe que hay muchos votantes republicanos que son como él en su pragmatismo. Hay una razón por la que le gusta la planificación familiar. Hay muchos conservadores pragmáticos jóvenes, solteros (o hasta casados), que puede que precisen de lo que ofrecen los programas de planificación familiar, de forma barata y confidencial.
De forma parecida, los conservadores pragmáticos jóvenes o de mediana edad quieren maximizar su propia riqueza. No quieren que les endosen la carga financiera de cuidar de sus padres. La Seguridad Social y Medicare les dejan libres de la mayoría de sus responsabilidades. Esa es la razón por la que quiere conservar la Seguridad Social y Medicare.
Partidarios del “laissez-faire” del libre mercado
Las políticas del “establishment” conservador no sólo se han visto configuradas por el poder político de los evangelistas blancos sino también por el poder político de quienes intentan maximizar el libre mercado de “laissez-faire”, en el que la gente más opulenta y las grandes empresas establecen reglas de mercado que les favorecen con mínima regulación y aplicación del Estado. No ven la imposición fiscal como una inversión en recursos destinados a proveer públicamente a todos los ciudadanos sino como algo que el gobierno toma de sus ganancias (propiedad privada suya), dinero que da, mediante programas del Estado, a gente que no lo merece. Este es el origen de las opiniones acerca del Estado de los republicanos del “establishment” contrarios a los impuestos y a favor de gobiernos menos intervencionistas. Esta versión del conservadurismo está absolutamente encantada con deslocalizar para aumentar los beneficios enviando fábricas y muchos servicios al extranjero, donde la mano de obra es barata, con el resultado de que los trabajos bien pagados se van de Norteamérica y los salarios se ven impulsados a la baja. Puesto que dependen de importaciones baratas, no estarían a favor de imponer elevados aranceles.
Pero Donald Trump no opera en sectores que fabriquen productos en el extranjero para importarlos y subir el precio para conseguir más beneficios. Como promotor, construye hoteles, casinos, edificios de oficinas, campos de golf. Puede construirlos fuera del país con mano de obra barata, pero no los importa. Además, se da cuenta de que la mayoría de pequeños propietarios de negocios de Norteamérica se parecen más a él: empresas norteamericanas como tintorerías, pizzerías, cafeterías, fontanerías, ferreterías, jardineros, contratistas, lavacoches, y profesionales como arquitectos, abogados, médicos y enfermeras. Los altos aranceles no parecen ser un problema.
Muchos hombres de negocios son conservadores pragmáticos. No les disgusta el gobierno cuando éste actúa a su favor. Tomemos el caso de las expropiaciones. Los republicanos las consideran un abuso por parte del Estado: el Estado se apodera de la propiedad privada. Pero los promotores inmobiliarios conservadores como Trump dependen de las expropiaciones para que las viviendas y pequeños negocios de zonas en las que quieren construir puedan expropiarse a fin de llevar a cabo sus planes como promotores. Todo lo que tienen que hacer es conseguir que los funcionarios municipales estén de acuerdo, contribuyendo a su campaña con aportaciones económicas y la promesa de aumentar los dólares de los impuestos locales para que eso ayude a hacerse con derechos de expropiación. Trump está señalando a Atlantic City, donde construyó su casino recurriendo a expropiaciones para hacerse con la propiedad.
Si las empresas tienen que pagar las prestaciones de atención sanitaria de sus empleados, lo que Trump querría es que pagaran lo menos posible para maximizar los beneficios de las empresas en general. Querría, por tanto, que las empresas farmacéuticas y de seguros de salud facturasen lo menos posible. Para incrementar la competencia, desearía que las empresas de seguros ofrecieran planes a escala nacional, evitando los intercambios por cuenta de los estados del Obamacare (Affordable Care Act – Ley de Atención Asequible). Los intercambios existen para maximizar la cobertura sanitaria de los ciudadanos y ayudar a que la gente de pocos ingresos pueda tener cobertura, en lugar de incrementar los beneficios de las empresas. Trump quiere, no obstante, mantener el carácter obligatorio del Obamacare, algo que odian los conservadores del “establishment”, puesto que lo consideran una extralimitación del Estado, que obliga a la gente a adquirir un producto. No obstante, para Trump este carácter imperativo hace aumentar el fondo de seguros y reduce los costes para las empresas.
Causalidad directa versus causalidad sistémica
La causalidad directa se enfrenta a un problema por medio de la acción directa. La causalidad sistémica reconoce que muchos problemas surgen del sistema en el que se encuentran y que hay que enfrentarse a ellos por medio de la causalidad sistémica. La causalidad sistémica tiene cuatro versiones: una cadena de causas directas, causas directas que interactúan (o cadenas de causas directas), bucles de retroalimentación y causas probabilísticas. . La causalidad sistémica en el calentamiento global explica por qué el calentamiento global en el Pacífico puede producir enormes tormentas de nieve en Washington D.C.: masas de moléculas de agua enormemente activas se evaporan sobre el Pacífico, soplan hacia el Noreste y por encima del Polo Norte y descienden en invierno sobre la Costa Este y partes del medio Oeste en forma de masas de nieve. La causalidad sistemática tiene cadenas de causas directas, causas que interactúan, bucles de retroalimentación y causas probabilísticas, a menudo combinadas.
La causalidad directa es fácil de entender y parece estar representada en todas las gramáticas de todos los idiomas del mundo. La causalidad sistémica es más compleja y no aparece representada en la gramática de cualquier idioma. Hay que aprenderla.
La investigación empírica ha mostrado que los conservadores tienden a razonar con la causalidad directa y que los progresistas les gusta mucho más razonar con una causalidad sistémica. Se cree que la razón es que, en el modelo del padre estricto, el padre espera que el hijo o la esposa respondan directamente a una orden y que negarse a ello debería castigarse lo más rápida y directamente posible.
Mucha de las propuestas políticas de Trump se encuadran en términos de causalidad directa.
Los inmigrantes de México nos desbordan — construyamos un muro con el fin de pararlos. Y a todos los emigrantes que han entrado ilegalmente, pues deportémoslos…aunque haya 11 millones de ellos trabajando en toda la economía y viviendo por todo el país. La cura para la violencia de las armas consiste en tener un arma presta a disparar directamente al que dispare. Para impedir que los puestos de trabajo terminen en Asia, donde los costes laborales son más reducidos y cuyos productos más baratos inundan aquí el mercado, la solución es directa: pongamos onerosos aranceles a esos productos, de modo que sean más caros que los fabricados aquí. Para ahorrar dinero de las farmacéuticas, hagamos que el mayor consumidor — el Estado — acepte la oferta de precio más bajo. Si el Estado Islámico gana dinero con el petróleo iraquí, enviemos tropas norteamericanas a Irak para controlar el petróleo. Amenacemos a los dirigentes del EI asesinando a sus familiares (aunque sea un crimen de guerra). Para extraer información de los terroristas sospechosos, utilicemos la tortura por ahogamiento o métodos incluso peores de tortura. Por si acaso pueden llegar unos cuantos sospechosos de terrorismo con los refugiados musulmanes, no hay más que impedir la entrada de musulmanes en el país. Todo esto tiene sentido para los que piensan en la causalidad directa, pero no para quienes ven las inmensas dificultades y consecuencias extremas de esas acciones debido a las complejidades de la causalidad sistémica.
Corrección política
Hay al menos decenas de millones de conservadores en Norteamérica que comparten la moralidad del padre estricto y su jerarquía moral. Muchos de ellos son pobres o de clase media y muchos de ellos son hombres blancos que se consideran superiores a los inmigrantes, a los que no son blancos o no son cristianos, a los gays…y a la gente que depende de la asistencia social. Dicho de otro modo, son lo que los liberales llamarían “intolerantes”. Ya hace muchos años que esa intolerancia no resulta admisible en público, sobre todo a medida que han ido llegando más inmigrantes, que el país se ha vuelto menos blanco, que hay más mujeres formadas y dentro del mercado de trabajo y que los gays se han vuelto más visibles y se ha ido aceptando el matrimonio homosexual. A medida que las organizaciones liberales que luchan contra la intolerancia han venido ruidosamente apuntando y convirtiendo en asunto público la naturaleza antiamericana de esa intolerancia, esos conservadores se han sentido cada vez más oprimidos por lo que llaman “corrección política”, la presión pública contra sus opiniones y contra lo que consideran “libertad de palabra”. Esto se ha vuelto algo exagerado desde el 11 de septiembre, cuando aparecieron fuertes sentimientos en contra de los musulmanes. La elección del presidente Barack Hussein Obama causó indignación entre esos conservadores y se negaron a considerarle un legítimo norteamericano (como es el caso del movimiento de los “birther” [que aducen que Obama no nació en los EE.UU.]), y mucho menos una autoridad legítima, sobre todo cuando sus opiniones liberales contradecían casi todo en lo que creen como conservadores.
Donald Trump expresa en voz alta todo lo que ellos sienten: con fuerza, agresividad, con ira y sin vergüenza. Todo lo que tienen que hacer es apoyar y votar a Trump y no tienen siquiera que expresar sus opiniones ‘políticamente incorrectas', puesto que ya lo hace él en su lugar, y sus victorias hacen respetables esos puntos de vista. Él es su adalid, él les otorga un sentido de respeto por sí mismos, de autoridad y de la posibilidad del poder.
Cuandoquiera que oigan las palabras “corrección política”, acuérdense de esto.
Biconceptuales
No hay término medio en la política norteamericana. Hay moderados, pero no hay ideología de los moderados, no hay una ideología singular en la que puedan ponerse de acuerdo todos los moderados. Un conservador moderado mantiene algunas posturas progresistas en ciertas cuestiones, aunque varían de una persona a otra. De forma similar, un progresista moderado mantiene algunas posturas conservadoras en ciertas cuestiones, y de nuevo varían de una a otra persona. En resumen, los moderados disponen de ambas visiones morales y políticas del mundo, pero recurren principalmente a una de ellas. ¿Cómo pueden convivir en el mismo cerebro al mismo tiempo?
Ambas se caracterizan en el cerebro por un circuito neuronal. Están ligadas por un circuito común y corriente: la inhibición mutua. Cuando una se enciende, la otra se apaga; cuando una se fortalece, la otra se debilita. ¿Qué es lo que las enciende o apaga? El lenguaje que encaja con esa visión del mundo activa esa visión, fortaleciéndola, a la vez que apaga la otra visión del mundo y la debilita. Cuanto más se discuten las opiniones de Trump en los medios, más se activan y más fuertes se vuelven, tanto en la mente de los conservadores más duros como en la mente de los progresistas moderados.
Esto es cierto aunque se ataquen los puntos de vista de Trump. La razón estriba en que negar un marco activa ese marco, como ya apunté en el libro Don't Think of an Elephant! [No pienses en un elefante, Editorial Complutense, Madrid, 2007]. No importa que estés promoviendo a Trump o atacando a Trump, estás ayudando a Trump.
Un buen ejemplo de que Trump se gana a los biconceptuales progresistas incluye a ciertos trabajadores sindicados. Muchos afiliados a sindicatos son padres estrictos en casa o en su vida privada. Creen en los “valores familiares tradicionales” — un término del código conservador — y pueden identificarse con los vencedores.
¿Por qué ha ido ganando Trump en las primarias republicanas?
¡Fijaos en todos los grupos conservadores a los que atrae!
El Partido Demócrata no se ha estado tomando en serio muchas de las razones del apoyo a Trump y del alcance de ese apoyo. Y los medios no han estado discutiendo muchas de las razones del apoyo a Trump. Eso tiene que cambiar.
George Lakoff:
autor de Thinking Points (en colaboración con el Rockridge Institute staff) y de Whose Freedom? Es Profesor Richard and Rhoda Goldman de Ciencia Cognitiva y Linguística en la Universidad de California, Berkeley y, en el marco de su reciente activismo político antineocon, fundador e investigador senior del Rockridge Institute. Fuente: Social Europe Journal, 7 de marzo de 2016
Traducción: Lucas Antón
Artículo tomado de: http://www.sinpermiso.info/
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